Son infinitas las películas del género musical. Siempre ambientadas en la década más boyante de la música (los 80’s), eterna inconfundible historia de amor entre los protagonistas que en un inicio parecieran no tener nada en común, totalmente antagónicos; pero que en el avanzar del trama, el espectador descubre los mismos problemas en ambos personajes. Los mismos miedos, el mismo sueño, que añoran los mismos ‘tiempos’; y así, mágicamente se vuelven indispensables el uno para el otro. Hasta ahí todo normal, nada extraordinario.
El primer punto de enganche es el lugar donde se desarrolla la historia, Irlanda. No te confundas, no es uno de los 4 integrantes que solían formar el Reino Unido, esa es Irlanda del Norte. Con no más de 5 millones de habitantes, es genial ver todo desde una perspectiva diferente, menos cosmopolita, salir de Londres, Nueva York o Los Angeles, salir de la visión ‘Hollywoodense’. Dublín nos muestra el lado inconformista de Cosmo (protagonista), el cual va atravesando el largo proceso de separación marital entre las cabezas de su familia, separación motivada y producto de la crisis financiera que atacaba toda Europa por aquel entonces. Dificultades económicas que también provocaron su transferencia hacia una nueva escuela de principios muy marcados. Lugar donde la historia empezaría a tomar forma.
Raphina, una hermosa aspirante a modelo se convierte en la musa fundamental de Cosmo, el cual iría plasmando su evolución lírica y musical en las diferentes canciones que compone por y para ella. Un año mayor que él, Raphina sueña con llegar a Londres para vivir del modelaje, aspiración que se ve pospuesta hasta el final de la película.
Brendan, hermano mayor de Cosmo, ¡Es un crack! Mentor absoluto de Cosmo, lo va guiando y tratando de adaptarle un propio estilo musical que mezcle las mejores bandas de la época. También existe una hermana cuyo nombre no recuerdo, estudiante de arquitectura y que poco o nada influye en la película. Volviendo a Brendan… Comparte junto a Cosmo la escena principal de la película, llena de emotividad y resumiendo lo que la MÚSICA significó para él, lo que la música significa para muchos; también es pieza clave para el desenlace ideal de la historia… Hablando de música.
¿Y LA MÚSICA?
Bueno, este es el motivo principal del artículo. Si bien no posee un soundtrack de rock clásico o pesado, Sing Street nos muestra una lista bastante interesante de rock/pop entre canciones altamente conocidas y originales de la película. The Cure, Duran Duran, The Jam, Daryl Hall and John Oates, Motorhead (Stay Clean) son artistas que musicalizan el film. Por otra parte la película cuenta con las siguientes canciones originales: Drive It Like You Stole It, The Riddle Of The Model, Going Up (la mejor canción de la película en mi opinión), Go Now, A Beautiful Sea y un par más de temas que no se ven opacados en ningún momento, lo cual es un gran mérito del que no muchas producciones pueden jactarse.
Cosmo comparte el rol creativo con Eamon, un multi-instrumentista que funge el papel de segunda cabeza en la banda y que facilitaría el proceso creativo de las canciones. Fuera de la película, Cosmo y Eamon (Ferdia Wash Peelo y Mark McKenna) siguen compartiendo esporádicas presentaciones y vienen trabajando en material nuevo, parece que congeniaron bastante bien durante el rodaje.
Sing Street no es la octava maravilla ni mucho menos la mejor película musical de la última década, dejo eso bien en claro. Es el tipo de película que tiene como fin jugar con tu nostalgia e involucrarte de un modo tan personal que te cuesta salir de la trama, te cuesta despegarte de la historia. Una estrategia más que válida y sustentable en base a los resultados que ha tenido desde la fecha de su estreno. Toda expresión de arte que esté bien ejecutada merece el absoluto apoyo, no solo por su calidad de ejecución, sino también por hacer del arte un oficio, algo tan difícil y cada vez menos monótono, eso es lo resaltante.