Debo confesar que para escribir esto di mil vueltas, porque es de las pocas veces que le bajo el pulgar a un álbum de una banda que hasta podía defender. Para que sepan de entrada de qué se trata, es del disco Azul y Gris (Fuego Amigo Discos, 2015) del grupo José Unidos. Traté de buscar argumentos para salvar a la obra que aquí se analizará, intenté ver otras perspectivas de otras personas que hubieran hablado de este trabajo, leí por algunos sitios impresiones de la placa que pudieran cambiar mi parecer, demostrarme lo contrario de lo que pensaba. Y nada. Así que tendré que asumir el deber de expresar mi parecer.
Lo dije antes: Azul y Gris no es un disco al que yo le doy el aprobado. Será el apuro por generar nueva música, el hecho de que la melancolía que caracterizaba al grupo en sus dos álbumes anteriores se fagocitó a las nuevas canciones o que por momentos el sonido se abraza al silencio con tal fuerza que aparecen sonidos desperdigados en vacíos tapados por ecos de los instrumentos. Cuesta creer, que apenas un año de aquel disfrutable Lampedusa, y a tres del dinámico debut Administración, el proyecto de Lucas Colonna haya dado pasos adelante en la experimentación sonora, pero varios atrás en el resultado.
Lo curioso es que este Azul y Gris viene a cerrar una especie de trilogía, en donde Administración parecía un arrebato firme contra la vida moderna, el hastío del trabajo alienante y los vicios tecnológicos de hoy; y Lampedusa el relato de cómo se viene abajo el paisaje emocional interior, el colapso de las estructuras de personalidad frente a una realidad más ocupada en producir dinero que en por qué tenerlo, o incluso en qué gastarlo. Azul y Gris es la completa desolación social, el aquí y ahora post-apocalipsis de todo lo que nos hace ser humanos, un contexto donde no hay nada de qué aferrarse porque lo laboral, los estereotipos y la cobardía arrasaron con lo bueno en el planeta. En ese sentido, es un disco totalmente coherente. Las melodías tristes, los sonidos apagados y aletargados, la lentitud sentimental del ritmo general son los reflejos de aquel mundo que imagina José Unidos.
No es que el álbum en completo sea malo, es que a las canciones las abruma la angustia existencial. La sensación de la depresión que exudan las canciones es tan vívida que se impregna incluso a la grabación. Y por ende, no podemos hablar de un disco que falle en lo que transmite. Tiene cierta intensidad en lo triste que comunica y hace palpable la languidez que Colonna siente al cantar. Incluso llega a tener ciertos puntos interesantes como Una Conspiración, En Tu Pronunciación o la apertura de Alto Valle. El problema está en que Azul y Gris es demasiado inmovilista, motivado por una apatía misántropa. En este disco la banda se muestra totalmente honesta, pero al mismo tiempo falta de ideas, tirando acordes como manotazos, dibujando con dramatismo una obra que carece de creatividad a pesar de tener los elementos de una calma tormenta al borde de la destrucción total. Acariciando el caos, pero nunca despertándolo del todo, simplemente porque la tristeza espiritual no los deja.
Al comienzo hablé de que me costó escribir esto por ser la primera vez que tendría que darle una mala nota a una banda. Pero llegué a una conclusión conciliatoria: es posible que yo esté totalmente equivocado y Azul y Gris sea un grower, uno de esos álbumes que hay que escucharlos más de una vez para entenderlos y hasta llegar a disfrutarlos. Tal vez esté frente a una pieza fundamental del 2016 y mi ignorancia me lo impida notar, quién sabe. El asunto es que, con las escuchas que le he dado (que no han sido pocas) simplemente Azul y Gris no convence. Las buenas intenciones y las emociones a flor de piel no son suficientes para conquistar en estas nueve canciones. A veces no alcanza con un alma desnuda para hablar de belleza artística. Será para la próxima.
Puntaje: 4