Si bien hace unas semanas se empezaban a ver delgadas líneas de luz que nos daban algunas esperanzas de volver a la vida “normal” al saber de los primeros conciertos presenciales en países como Nueva Zelanda, España o Estados Unidos, aún estamos muy lejos de que esto se vuelva recurrente, y más aún en la mayoría de los países. Los artistas no son ajenos a este problema, y más que la molestia por no poder tocar para sus fans, el no poder hacer giras ha generado que nuestras bandas favoritas vean otras maneras de sacar créditos a su arte.
Artistas como Bob Dylan empezaron con la tendencia de vender sus catálogos musicales al mejor postor para el uso que los compradores vean consecuente (como soundtracks para películas, shows de TV o videojuegos). El último en subirse a este tren es la banda de LA, Red Hot Chili Peppers, quien cerraron un trato con la compañía británica de inversiones Hipgnosis Songs por unos US$140 millones.
Esta compañía del empresario Merck Mercuriadis no es nueva en este rubro, ya que actualmente es dueño intelectual de al menos 60mil canciones de más de 50 artistas.
Para los expertos, esta es una nueva manera de monetizar la música, la cual deja de lado la venta directa para el “oyente”, y torna las canciones en una suerte de tuercas y piezas utilizables para proyectos más redituables y que generarán un plus adicional al producto final (como cuando rejuegas al GTA e inviertes cientos de horas solo escuchando sus radioemisoras).
Estamos en una época en que la digitalización de la música abre las puertas a un sinfín de usos para ella. Quizá sea algo chocante para los conservadores del arte, pero también se vuelve una manera de mantener vigente nuestros géneros favoritos, redistribuidos en nichos específicos y seguir escuchando los temas que más nos gustan.
Escrito por: Néstor Raúl Ríos Peralta