‘El rock como ceremonia de liberación’ cuentan ellos en su descripción de lo que hacen. Como el ritual del fuego que purifica, llevado al rock. Esa fuerza que desata el alma, esa ira que cuando estalla lleva a la paz, ese sonido que mientras más fuerte más puro, más catártico, más libertario. La música rock sin disfraces, ‘el espíritu y la rabia’, como ellos mencionan en esta conversación, puestos en la palestra pública por un grupo que no ha parado de crecer ni tampoco de seguir llevando su sonido a lo más potente. Tras cuatro discos de estudio, una década de vida en el rock, y a poco de presentarse en el Oui Oui Fest, El Club del Rock conversa con Doma (cantante), Chaume (guitarra), Fran (bajo), Jose (batería), y Lea Molfe (guitarra). Con ustedes, El Perrodiablo.
https://www.youtube.com/watch?v=hvDJldGdhj4
¿Cómo fueron los orígenes de la banda?
De la misma manera que son hoy las composiciones de los temas. Nos juntamos a zapar. Era un verano con mucho tiempo libre, una sala disponible y viejas amistades con ganas de recobrar el sonido del rocanrol crudo.
¿Cómo surgió el nombre del grupo?
Había que bautizarlo y salió El Perrodiablo. Después el mismo camino, hizo que se nos presentará el por qué de esa elección. Reunimos elementos de ambas palabras que componen nuestro nombre.
¿Qué fue lo que motivó a los miembros de la banda a interesarse por la música en primer lugar?
No nos interesa tanto la música para hacerla, como nos interesa hacer rock. Pero decir que nos motivó es difícil. Todos tocamos y escuchamos desde muy chicos esta música o estilos que emparentamos con el rock en su esencia.
¿Cómo podrían definir su estilo? ¿En qué artistas o bandas ven influencias para su sonido?
Depende de cada integrante, pero la banda abreva tanto de The Stooges como de Kiss, de AC/DC como de Stone Temple Pilots, de Fu Manchu como de Jane´s Addiction, o de Queens Of The Stone Age como de MC5. Es rocanrol el estilo, no hay vueltas.
¿Cómo crean sus canciones?
Zapando en la sala de ensayo. Prueba y error. Cagamos a palos las ideas y las que sobreviven, se hacen hombres.
¿Cómo se sienten con su último disco Cacería? ¿De qué manera se vivió el crearlo?
Sentimos que identifica a la banda. Que siga un hilo conductor conectado a nuestros discos anteriores, pero que no se repiten. Eso le llamamos identidad. Y a Cacería le sobra identidad.
¿Cómo fue la experiencia del último Festipulenta, habiendo tocado la lista más larga de temas de su carrera?
Nosotros tenemos un ciclo propio que se llama La Ceremonia. En algún punto, ese ciclo viene ahijado de la libertad que siempre nos otorgó el Festipulenta para tocar. Entonces, cada vez que el Festipulenta nos llama es una ocasión de festejo, donde podemos, si no jodemos a las otras bandas, disparar un par de temas para que el exorcismo de la gente que nos viene a ver y el nuestro, llegue algo más allá. Como en La Ceremonia.
¿Cómo se están preparando y qué esperan vivir en el próximo Oui Oui Fest del que son parte?
No nos preparamos de una manera en especial. O en todo caso, el modo de prepararnos son las ganas de compartir un reci con mucha gente del sello que compartimos y con la que hemos reunido nuestros caminos varias veces. Con Fútbol tenemos una amistad desde nuestras primeras fechas en el 2008 en el Zaguán Sur, con Ararat tocamos en el Motoclub que se hacía en el Roxy en una fecha anticipando su primer disco, con el Acorazado (NdR. Acorazado Potemkin) hemos compartido muy buenas fechas juntos, con gran admiración por el laburo de esas 3 bestias. En fin, estamos contentos de poder hacer lo nuestro bien rodeados de compañeros de ruta. Y está bueno poder alentar a Oui Oui a seguir generando cosas, ya que el catálogo que tiene es un fierrazo buenísimo. ¿Y el show nuestro? Igual que siempre, mejor que nunca.
Llevando nada menos que diez años en la ruta, ¿qué cosas sienten que han cambiado en su música y qué se mantiene como en los primeros tiempos? ¿Y como banda?
Crecimos en el escenario y nos permitió llegar a lugares que no imaginamos. Lo hicimos a nuestro modo, sin apuro, sin creernos la gran cosa nueva. Tocando mucho también pudimos hacer canciones que antes no hubiésemos podido alcanzar. Y por suerte, lo que se mantiene como siempre, son las ganas de encerrarse en la sala de ensayo a tocar con la sensación de que el mundo puede terminar ahí y aún así, seríamos felices. El espíritu y la rabia de los comienzos no sólo están intactos, sino que crece.
Agradecemos a Félix Bunge por el contacto.
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