Para EL CLUB DEL ROCK: Mr. Yagami
Cuando se anunció que Bruce Dickinson padecía un terrible cáncer, lo primero que pasó por nuestras mentes fue “ya jamás veremos a la bestia en vivo y por supuesto que el grupo se terminó”. Peor aún, el cáncer lo había invadido en su instrumento: su lengua. De pocas a nulas posibilidades había de recuperar a nuestra amada banda. Pero siendo Bruce, no se iba a dejar vencer tan fácil: la ideología de “Heaven Can Wait” tendría que ser aplicada al 100% y con la ayuda de su equipo médico [y del buen Eddie] salió adelante.
Inmediatamente cuando le dieron el aviso de “Cancer Free” se comenzaron a hacer planes para traer a la bestia de vuelta a los escenarios, cosa que los fans de todo el mundo agradecimos. Para tierras mexicanas se confirmaron 3 actuaciones: una en Monterrey y dos en la Ciudad de México.

¿Qué se podía esperar de este nuevo tour? Las expectativas eran muchísimas y más aun teniendo un álbum muy bueno [pero lamentablemente muy largo] bajo el brazo.
Por cuestiones personales, no pude llegar a ver a los dos teloneros: The Raven Age y Anthrax, asi que salvé todas las energías para la doncella. El escenario era imponente aunque todavía hubiera una que otra tela cubriéndolo, pero era claro que tendría un diseño maya, como todo el concepto del nuevo disco. A las 9:00 en punto comenzó a sonar la canción que nos anuncia que Maiden está a punto de subir al escenario: “Doctor, Doctor” de UFO.
De ahí en adelante muchos nos dejamos llevar por las emociones. Un intro animado le dio la bienvenida al concierto, con un Eddie dándole una mano al poderoso Ed Force One para despegar. Extrañamente, ahora el primero que piso el escenario fue Bruce, cantando el intro de “If Eternity Should Fail” denotando que el tratamiento para el cáncer no afectó su voz en absoluto. Parecía que estábamos oyendo el intro directamente desde el disco y solo volvimos a la realidad cuando toda la banda tomó el escenario. Aquí cabe señalar que por primera vez en toda su carrera, el señor Janick Gers salió a tocar con una guitarra Les Paul, dejando a un lado sus fieles Stratocaster. Sin dar tiempo para respirar siguieron con “Speed of Light”, el single. Entregados al 100, esta canción sonó particularmente excitante en su ejecución. Las primeras palabras de agradecimiento de Bruce cayeron junto al primer clásico inmortal de la banda: “Children of the Damned”. Simplemente increíble. Una canción que le exige mucho a la voz y que Dickinson valientemente la dominó.
Dos canciones más de The Book of Souls: la melancólica y genial “Tears of a Clown” y la épica pero muy larguísima “The Red and The Black”. Esta última da mucho de qué hablar porque es algo que Maiden ha hecho desde el lanzamiento de A Matter of Life and Death: canciones excesivamente largas que sonarían mucho mejor si se les recortaran unos minutos. Esta canción es el claro ejemplo de eso. Siempre es un gusto ver al jefe Steve Harris haciendo el intro de bajo. Tiempo de más clásicos: la muy coreada y esperada por los casuales “The Trooper” (con bandera británica y todo) y la sorpresa de la noche: “Powerslave”. Ni en mis sueños más alocados me imaginaria que podrían ofrecer esta obra de arte para sus fans. Sin duda la mejor canción del concierto. Y más aun cuando Dickinson salió ataviado con la máscara de Blue Demon. El solo de Dave Murray retumbó divinamente en las paredes del domo de cobre, toda una experiencia.

Más canciones del nuevo disco: la up-tempo “Death of Glory” y la larga canción que le da título al disco. Aquí marca la primera aparición de nuestro amado Eddie: siendo sacrificado por Dickinson en un ritual Maya-Metalero.
De aquí en fuera, todo lo que iba a sonar eran clásicos, muchos clásicos. La gran ausente de la gira anterior había vuelto para quedarse: “Hallowed Be Thy Name” (con horca en cuello de Bruce). Fenomenal el trabajo de Nicko McBrain en los parches… quien iba a pensar que horas antes de ofrecer inimitable actuación, iba a ser confundido con un vagabundo por el personal de seguridad de su hotel. Un lamentable acontecimiento que sólo en nuestro inculto país puede suceder.

“Fear of the Dark” era otra que los casuales esperaban y la enorme “Iron Maiden” cerraría la primera parte del concierto. Un enorme Eddie inflable nos miraba desafiante desde atrás del escenario mientras la banda se retiraba por unos instantes. Antes de que regresaran, Satán ya estaba en su puesto para relatar el intro de “The Number of the Beast” mientras el fuego se apoderaba del escenario. Este clásico sonó potente ante la atenta mirada de un Lucifer enorme en una esquina.
Más sorpresas nos esperaban: la enorme “Blood Brothers” donde nos incitaban a unirnos como familia y para dar el adiós “Wasted Years”. El gran clásico de Adrian Smith que jamás se nos ocurrió sería tan buena para cerrar el concierto. Sobre todo con ese fondo donde podemos ver la evolución de nuestro amado Edward.

Dos horas de energía pura. Dos horas de concierto de una banda que hace unos meses pensábamos que estaba acabada. Pero el ave fénix nunca muere: Siempre resurge de las cenizas.