Es curioso cómo la música puede salvar tu día. Aquél lunes en la oficina había estado demoledor. Sube, baja, corre, lee correos, envía correos, reclama, explica, comanda… por un momento pensé que mi llamado al deber musical tendría que ser abortado por falta de tiempo. Maldita vida Godín (o de adulto como le quieran llamar). Pero ese yo interior, que siempre quiere estar pegado a la barra en todos los conciertos a los que va, comenzó a gritar: “¡me lo debes! ¡Deja de llorar y vamos a ver a la Maldita Vecindad!”. Así que tuve que manejar como loco para llegar al Lunario del Auditorio Nacional en la ciudad de México para el show que daría la banda de Ska para el Terra Live.
El lobby del Lunario se veía bastante nutrido, con muchos aún de traje, otros muy jóvenes, algunos ya canosos, muchos pachucos y los más guerreros, un par de chavos en muletas los más duros de la noche; ah y un par de chavas gritonas que por momento desesperaron a su servibar. Todos listos para recibir a Roco, Pato, Aldo y Sax.
Momento clásico al apagarse las luces, los pachucos entraron al escenario y como ha marcado el estilo de esta gira de 30 Años de la Maldita Vecindad. Roco invocó a Ometéotl en medio de imágenes psicodélicas. Solín el primer invitado al Lunario, cuya pista parecía una caldera a punto de explotar en un mosh que por el momento a muchos no convenció por lo reducido del lugar. Puros saltos y movimientos cadenciosos que continuaron en Bailando y Morenaza. La Maldita se veía dinámica como siempre ahora en un show transmitido vía web a todo el mundo.

Roco invitó una vez más a formar los círculos de paz con 5to Patio Ska y Pata de Perro, esta vez la caldera se estremeció un poco más, pero no explotó. El par de chavos en muletas continuaron firmes su baile en un pie y el par de chicas gritonas no paraban a cada movimiento de Sax que las miró en repetidas ocasiones.
Llegó el momento de sacar todas las malas vibras, aquellas que ese lunes (24 de agosto), habían acabado una vez más con el buen humor de su servibar, y bien dijo Roco: “Como dijo mi abuelita, ¡Ya lo Pasado, Pasado!”, el baile continuó aún más eufórico en todo el Lunario. El mood no se perdió en Lamento y mucho menos en Un Gran Circo. La caldera ya casi no mostraba resistencia.
¿Qué hacía su servibar aparte de estar atento a todo lo que pasaba? Pues bailar, como todas las veces que ha visto en vivo a La Maldita Vecindad, pero los años no pasan en vano, y era momento de tomar fuerzas. Pedimos una cerveza y continuamos la celebración de Paz y Baile organizada por Terra Live para todo el mundo. Con trago en mano continuamos moviendo el bote en El Tieso y la Negra Soledad (mi historia de amor hecha canción según mis amigos, puede ser).
Un personaje que nunca, pero nunca debe de faltar a todo toquín de Pato y compañía por fin aterrizó. “¡Ahí viene… ahí viene… ahí viene… es Don Palabras!”. Ya fue ese el momento de la explosión. Diversos círculos de paz aparecieron en toda la pista. Igual que una víbora que recorrió todo el lugar liderada por los pachucos y uno que otro loco ahogado en la euforia. Oficialmente era una fiesta.

La algarabía continuó con Un Poco de Sangre y alcanzó su clímax en el clásico llamado al slam de Pachuco. La web fue testigo del potencial y alcance de Roco, Pato, Aldo y Sax quienes como siempre cumplieron y abandonaron el escenario algunos minutos y después rematar con el otrora clásico El Cocodrilo y la seducción en rojo, Kumbala.
Para su servibar resultó un show único, no tuvo esa intensidad desenfrenada que hace temblar cualquier lugar en el que se presenta La Maldita Vecindad desde el principio, pero sí aquel poder curativo que la banda emana en todo escenario que se presenta. Roco y compañía imprimieron fuerzas a este pobre servibar que tendría una semana pesada más en la mina, ésa queridos lectores es la verdadera esencia de La Maldita Vecindad.
Ya pasaban de las diez, la hora pico en teoría ya había pasado y en la capital mexicana no debería haber tráfico y mucho menos un metro a reventar, pero ese es otro misterio de la capital mexicana que pronto descubriría, el camino era largo y el ritmo de la Maldita Vecindad lo marcó minuto a minuto…
