Cuando me siento a redactar una crónica de algún concierto al que asisto, siempre quiero enfocarme en lo musical, en como estuvieron las bandas, la respuesta del público, los momentos más memorables, etc. En segundo plano dejo a la organización del evento, ya que lo más sensato es pensar que si el público y el artista la pasaron bien, el tema de producción y organización debería haber cumplido satisfactoriamente su trabajo. Sin embargo, esta relación natural no siempre es cierta.
Ayer, sábado 12 de diciembre del 2015, se realizó la más reciente edición del denominado “Festival más grande del Perú”. Nos referimos a la edición número 6 del festival “Vivo x el Rock”, evento que para su sexta entrega maravilló a sus miles de fans con un cartel de lujo a un precio de regalo. Además traía al país un formato que no se había producido nunca: el contar con 4 escenarios.
El evento se publicitó increíblemente bien, las redes sociales solo hablaban de ello, los medios de comunicación masivos dejaron de ver por encima del hombro a los festivales de rock y les daban secuencias completas, reportajes y hasta entrevistas al productor y creador de este festival: César Ramos, quien se había convertido en una especie de nuevo mesías de la escena rockera peruana, hasta ayer.
Todo era perfecto para que este festival sea recordado por todos como el más grande de la historia moderna del rock peruano. Pero, ¿en qué pudo fallar?, simple, el orden y la calma afuera del recinto se transformó en ira y desesperación debido a las más de 3 horas que tuvieron que esperar miles de impacientes rockeros que veían pasar las horas perdiéndose la presentación de sus bandas favoritas mientras soportaban una tarde con una sensación de más de 30° de temperatura.
Probablemente la inexperiencia de tratar con más de 60mil personas les pasó factura. Solo habilitaron una, UNA, puerta de ingreso para las tres zonas más vendidas. Hubo una descoordinación total entre la agencia de seguridad del evento, y muchos fans reportaron que había gente que no respetaba la cola, que se metía a fuerza o con la ayuda de la seguridad. Muchos afirman que presenciaron a gente pagándole irregularmente a estos “agentes del orden” para que ingresen más rápido que los fanáticos que no soportaron la indignación.
Esto causo la desesperación y la bronca de muchos, lo que conllevó al caos: la gente se empujaba, corría, se amontonaba, hubo gente accidentada, un policía herido, gente que se desmayaba, se tumbaron rejas, portones e incluso parte de la infraestructura de la universidad “San Marcos”.
Mucha gente al ver que había un solo ingreso para tres zonas con mucho público y al ver el desorden que se armaba, prefirió irse del concierto rematando entradas, que costaban 129 originalmente, a 50 soles. Otros se fueron e incluso regalaron o simplemente guardaron su entrada para luego reclamar.
Si bien parte de la culpa es del público por la cultura de no respetar el orden de llegada y los derechos de todos, la mayor cuota de responsabilidad la tiene la organización porque no supieron prever lo que podía pasar, pudieron evitarlo todo con controlar la cola, contratar buenos agentes de seguridad y una cantidad de efectivos de acuerdo a la cantidad de público y abrir las puertas con mayor anticipación, pero no lo hicieron.
Personalmente me parece patético haberle dado tantas líneas a este problema en lo que se supone que sería una crónica del concierto. Y aunque ya no me quede mucho espacio, es mi obligación como periodista y fan del rock hablar de lo que el evento sí supo dar talla.
El concierto
Afortunadamente soy de los que me gusta estar desde el inicio, por lo que puede ingresar a la media hora de iniciado el festival.
Creo que la decisión de separar a las bandas en 4 escenarios fue un gran acierto. Esto permitió a la gente darle prioridad a la agrupación que más te gustaba, lo que llevó a una mejor calidad de público para cada escenario y a la perfecta interacción entre fans y banda. Además, me permitió no “comerme” por enésima vez las presentaciones de la “santísima trinidad” (Amén, Líbido y Mar de Copas) del actual rock peruano. Posiblemente fue de lo mejor que me pudo haber pasado ayer.
Personalmente creo que el escenario extremo debió haber sido mucho más amplio. Las presentaciones de los nacionales Serial Asesino y de los norteamericanos de The Casualties pusieron a los afortunados asistentes a iniciar el pogo desenfrenado que no paró hasta pasada la medianoche.
Acto seguido, los argentinos de A.N.I.M.A.L volvieron completamente locos a los cientos de fanáticos que gritaron, saltaron y se ‘mataron’ en el mosh. Inclusive su servidor tuvo la oportunidad de surfear por encima de la gente. Definitivamente la conexión entre la banda y sus entregados fans fueron más fuertes que nunca, dejando al grupo con un grato recuerdo de su nueva visita a territorio nacional.
Y aunque por temas de distancia y por gustos musicales no pude ir al segundo escenario alterno “fusión”, puedo dar fe que la fiesta también se presentó en todas las presentaciones, especialmente en las de los panameños de Los Rabanes y los chilenos de Lucybell, quienes gozaron de su fiel grupo de seguidores peruanos que corearon cada una de sus canciones, así como de los favoritos de siempre como La Sarita, Los Mojarras, Micki Gonzales y los legendarios Frágil quienes hicieron cantar a todos los presentes.
Quienes también dieron una gran performance fueron los músicos de las bandas Gondwana, Los Cafres y Dream Mar-I, quienes dieron la dosis de reggae a sus seguidores y a quienes no lo eran tanto. Y si fuiste uno de los mayores críticos de la presencia de estos tres en un festival de rock, ya te habrás dado cuenta que para los que no les gustaban, estos tres pasaron totalmente desapercibidos gracias a la distribución de escenarios. Punto para el festival.
Finalmente, en las zonas principales las cuales fueron los escenarios dentro del estadio, se pudo sentir un ambiente de fiesta.
Gozar con la presencia de la reincorporada Liga del Sueño, y los desenfrenados de Leuzemia.
A partir de las 5 de la tarde, empezó la presentación de uno de los más esperados de la velada: Hoobastank pisaba suelo peruano por primera vez y a pesar de que su líder Doug Robb haya sufrido problemas de salud durante el día, esto no fue impedimento para dar una gran presentación, interpretando temas inolvidables como ‘out of control’ o ‘same direction’.
El momento emotivo de la tarde fue sin duda la interpretación del himno del 2004, The Reason, la cual fue coreada por todos los presentes, mientras que un Doug emocionado cantaba con la blanquirroja en el pecho. Inolvidable.
El siguiente en aparecer fueron los españoles de Magö de Oz, quienes hicieron saltar a todo el público con sus clásicos temas como ‘Hasta que el cuerpo aguante’, ‘el que quiere entender que entienda’ y la favorita de todas, ‘fiesta pagana’, lo que demostró la fiel fanaticada que tienen en nuestro país.
Al acto se le unió las presentaciones de los mexicanos de Pxndx que tocaron para toda su legión de seguidores que sabían que la agrupación se tomaría un tiempo indeterminado de descanso. Definitivamente el feeling se sintió.
Llegó el momento de los canadienses de Sum 41, quienes literalmente enloquecieron a todo campo que no pararon de pogear cada uno de sus temas.
subieron a varios asistentes al escenario, interpretaron una versión muy punk del clásico tema de Queen ‘ We will rock you’, interpretaciones magistrales de sus clásicos ‘still waiting’ y ‘Fatlip’. Definitivamente fueron lo mejor de la noche y su regreso debería estar asegurado.
La dosis de de heavy metal la pusieron los queridos argentinos de Rata Blanca, quienes lograron que todo el estadio coree con ellos sus mejores temas, además de darnos soberanas clase de canto y guitarra con los ídolos Barilari y Guiardino. Esta es la tercera vez que vienen para el festival y ya se va convirtiendo en un clásico.
La gente empezó a tomarse un respiro después de una maratónica jornada, la cual lamentablemente tuvo que ser en la presentación del Tri de México, quien contó con un Alex Lora encabronado. Cosa que dejo mucho que desear en la gente, quienes volvieron a tomar fuerzas precisamente con sus compatriotas de Molotov quien con lo mejor de su arsenal volvieron a encender al público que saltó y gritó con los temas ‘Gimme the power’, el clásico versionado de The Misfits ‘marciano’ y el achorado ‘puto’.
El festival llegaba a su instancia final, el cual tuvo como cabezas de cartel a dos colosos en sus respectivos idiomas, Enanitos Verdes y Collective Soul, quienes contaron con todos sus seguidores quienes los esperaron hasta altas horas de la noche para darles la más caliente bienvenida. Mientras que en el escenario extremo los más chongueros se divertían de lo más lindo con los irreverentes Chabelos quienes no importa a qué hora toquen ni cuan cansados esté el público, siempre obtendrán la mejor respuesta.
Para el fin de fiesta tuvimos para escoger entre el último pogo de la noche con los esperados Sepultura y los fiesteros de Illya Kuryaki, quienes dieron en cada uno de sus escenarios el broche de oro en un festival que pudo haberse recordado como el mejor en años, pero que por algo tan ridículo como un problema en las colas por culpa de gente irrespetuosa y seguridad coimera y maleducada, quienes tiraron por la borda todo el trabajo que viene haciendo este evento.
Esperemos que el organizador se pronuncie pronto y que esto sea el punto de partida para darle la importancia a la seguridad, tanto externa como interna, y que se les dé el respeto que se merece a lo más importante: el público. Por ahora, el slogan de “festival más grande”, ya no les calza. Queremos un Vivo 7 como nunca antes se ha hecho y que todo haya sido un desliz que no se volverá a repetir, porque el rockero peruano se lo merece.