Ararat – Cabalgata Hacia La Luz: de lo mejor del año

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En la Argentina, el género conocido como stoner está pasando por un gran momento. A bandas cada vez más crecientes se suma el pujante potencial de la escena, que hace gala de su buena salud en manifestaciones como el festival Noiseground. En este caso en particular, vamos a comentar sobre una banda de este género, que en este 2014 ha publicado no sólo uno de los discos más redondos de su carrera, sino además uno de los mejores trabajos (sino el mejor) de la cosecha nacional en lo que va de este año. Hablamos entonces, de Ararat y de su tercer álbum, Cabalgata Hacia La Luz.

Para quienes no conocen al trío, Ararat es el proyecto de Sergio Chotsourian (mejor conocido como Sergio Ch.) luego de su paso por Los Natas, otra de las agrupaciones del stoner más conocidas de Argentina. Junto al baterista Alfredo Felitte y al guitarrista Tito Fargo, Ararat ya tiene en su haber tres álbumes, el experimental y pseudo-acústico Música de la Resistencia, el más doom metal Ararat II y el trabajo del que nos ocupamos ahora, Cabalgata Hacia La Luz, con un aspecto mucho más rockero y no tan metalero, pero que al quitarse esta categoría, ha ampliado sus propios límites musicales, entregando un álbum expansivo, accesible, poderoso y contundente a la vez.

Es en este tercer trabajo donde Ararat hacen gala de sus propias cualidades, así como las del género: el misticismo, el ritual, lo primitivo, lo totémico. Ararat logra en este tercer álbum una mezcla exquisita del sludge/stoner sucio y caótico con un rock heredero de las mejores tradiciones post-bluseras de principios del rock nacional, por lo que referencias como Manal y Pappo no resultan fuera de lugar aquí. La potencia y la melodía van a partes iguales, sin decantar por el ruido potente del sludge en su vertiente metal pero aún así manteniendo fuerza y tomando prestados algunos aspectos de ese subgénero.

He ahí una de las grandes virtudes del álbum, saber equilibrar los gustos y no exaltar en demasía una sola vertiente de todas las que Ararat ha trabajado en sus álbumes. Ni la inquietante búsqueda en clave avant-garde acústico de Música de la Resistencia, ni el furibundo stoner-doom de Ararat II, más rock y menos extremos, en un disco quizás más pulido que los anteriores, pero con la contundencia de apoyarse en la abrumadora batería y en lo explosivo constantemente. Es así como aparecen temas con ritmos imparables y musicalización sólida, pero sin perder la melodía, como El Paso, Las Dos Mitades o Las Piedras. Ni tan pesado para perder texturas, ni tan liviano que se pierda lo brutal de la esencia de la banda. Y aún así, mantener las bases casi progresivas y sumamente expansivas de los trabajos anteriores, con un trabajo más fino a la hora de las melodías, permite crear joyas como La Familia y Las Guerras, La Historia de Hanuman o Los Viajes.

No sólo la apuesta por un rock más callejero que mantenga lo turbio y arrollador del sludge fue una buena decisión, sino que además permitió canciones estupendas y concisas (dentro de lo que se puede esperar de una banda que coqueteó tanto con el doom metal), además de efectivas, como Los Escombros del Jardín, El Hijo de Ignacio, Nicotina y Destrucción o el crescendo de La Familia y las Guerras, entre las canciones de un nuevo repertorio que no se conforma con el sonido áspero, sino con composiciones más trabajadas, armónicas y accesibles. Quizás hubiese sido bueno mejorar el volumen de las guitarras para dar más espacio a las nuevas influencias del blues y el rock clásico, presentes en El Paso o La Sal y el Arroz, en lugar de dejar el papel principal al imparable bajo de Chotsourian. Y aún así, los pequeños detalles de producción no pueden quitarle brillo a este álbum impresionante.

Es en este Cabalgata Hacia La Luz donde Ararat encuentra el punto justo de su estilo, de su impronta propia, diferenciándose de muchos de sus compañeros de género como Humo del Cairo, Los Antiguos o Banda de la Muerte, por esta nueva preponderancia de líneas diferentes a las comunes en la creación de canciones, más apuntando al rock originario del país que a las vertientes más extremas. Un sello propio que al asentar mejor las canciones, las hace más llevaderas y más fáciles para el oído ajeno a la unión del stoner con el sludge. En definitiva, un álbum estupendo con canciones de una calidad increíble, sobretodo en las últimas del disco; con una producción que si bien no es perfecta, pero apunta a las bondades del resurgido aspecto melódico en lugar de preferir lo ruidoso y corrosivo. Sin dudas, uno de los trabajos del año en el rock argentino.

Puntaje: 9.25

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