Un viernes más en la loca ciudad de México, un viernes después de quincena, en días de primavera (todas y todos andan desbocados), con mucho calor después de una lluvia vespertina, así fue la bienvenida de la ciudad a Coroner, banda icónica del Trash Metal suizo y a nivel internacional. Un clima tan hostil no pudo quedar más perfecto para lo que vendría más tarde.
El Circo Volador, aquel templo místico y referente en el mundo del Metal en la capital chilanga fue el encargado de albergar todo ese poder que desde mediados de los ochenta se ubicó en la élite del género.
Afuera del recinto, la escena era común, en medio de todos los puestos de playeras y comida; múltiples grupos de legionarios metaleros de distintas generaciones; desde el abuelo pacheco hasta el adolescente precoz estaban listos para la tercera llamada. En las entrañas del templo metalero, algunos otros ya acomodados en el lobby ya calentaban motores y estiraban músculos para el evento principal.
Los nacionales Reincarnation y Deus Ex Machina fueron los encargados de amenizar el ambiente. Siempre es difícil ser telonero, y más para un público tan true como son los Trashers, pero los poblanos de Reincarnation sortearon muy bien la situación y la cada vez más constante entrada de los legionarios que ya pedían a Coroner desde las siete de la tarde.
Deus Ex machina con una presentación llena de energía se ganó al público de tal manera que por momentos generó un par de slams en medio del lugar, mucha calidad en el preámbulo de Coroner.
Casi tan exactos como un reloj, Ron Royce junto a su poderoso bajo, Tommy Vetterli con guitarra en brazos, Diego Rapacchietti postrándose en la batería y Daniel Stoessel en el teclado a eso de las 21:30 horas, ante un lobby del Circo que ya se veía desbocado desde que la tarde cayó. Una bomba estaba a punto de estallar.

Lo que pasó después con su seguro servibar fue toda una experiencia que no vislumbró. Un acontecimiento fuera de este mundo, de esta realidad. La brutalidad de Coroner se dejó sentir desde el primer acorde, tan fuerte como jab directo a la quijada, knockout desde el primer segundo, desvarías y te entregas de lleno.
De pronto, ya no nos encontrábamos en el lobby del Circo Volador. Habíamos viajado a una caverna en un futuro post apocalíptico, uno de los pocos lugares que seguramente habían sobrevivido al holocausto nuclear (o zombie, el que les guste), y lo único que quedó de la humanidad fue una tribu salvaje de metaleros para conquistar lo que quedó del podrido mundo.
Al mando de la tribu, Royce, Vetterli, Stoessel y Rapacchietti fungían como líderes espirituales, políticos y guerreros. Pareciera un ritual, una instrucción, una misa la noche antes del combate, preparando a los guerreros para salir y aniquilar al enemigo.

Cada riff y baquetazo inducían a la euforia, llenarse de furia y dejarse llevar por la ceremonia. Prácticamente no hubo un solo momento en el que el mosh pit sólo se detuviera para cambiar de canción, hasta el abuelo pacheco estaba entregado al baile sin parar de la misa post apocalíptica.
El mosh pit, más que un entrenamiento, por momentos era el lenguaje, un dialecto que sólo la tribu masticaba y dominaba, poseídos completamente por las notas del grupo suizo, cada codazo, patada, y uno que otro cabezazo se convirtieron en las caricias de los miembros de la caverna.
Cada expresión, grito de desenfreno, salto, caída y puñetazo se vieron remarcados de una manera feroz por toda la iluminación del lugar. El encargado de las luces debió de haber estado en un viaje fuerte ya que con estrobos y múltiples colores, logró que ese mosh nunca se apagara.

Hizo que las luces formaran parte importante del ritual. De la misma manera la decoración bizarra del lobby del Circo, parecieran las pinturas rupestres de la caverna poseída, ya me imagino las visiones de todo el que volteaba hacia sus costados después de cada descontón en ese mosh pit sin fin. Y Coroner simplemente dando una cátedra sobre el escenario.
Hora y media de devastación. 90 minutos de brutalidad. Toda una sesión de metal ochentero, de aquél no comercial; underground. Ese Metal que retumba en tu cabeza una semana después, de esos en los que no sabes qué demonios viste arriba de la tarima y que pocas veces presenciarás.
Su servibar nunca creyó experimentar una escena como esta al más puro estilo de Terminator (si, también pudo haber sido el apocalipsis gracias a las máquinas). En la vida atestiguó cómo una banda pudo manipular y generar un mosh pit como éste. Un mosh pit interminable.

Su servibar definitivamente se fue contento a casa, sabía que la calidad de Royce y compañía no estaba en duda (quienes se vieron muy contentos y animados de estar en México y que en varias ocasiones grabaron los estragos del slam), y mejor aún con un sabor de boca de que la banda superó todo tipo de expectativas. Gran inicio del Almighty Latin America Tour 2015, que visitará o visitó según el tiempo en el que lean esto; México, Colombia, Perú, Chile y Brasil.
Después de volver del futuro apocalíptico, a esta cruda y vil realidad, a su servibar no le quedó más que regresar a casa, cansado, con mucho calor y completamente impresionado por el pedazo de concierto al que había ido. ¿Qué seguía? Esperar la siguiente asignación, era viernes y nadie invitó los tragos coquetos…
Setlist:
Golden Cashmere Sleeper
Divine Step (Conspectu Mortis)
Serpent Moves
Internal Conflicts
D.O.A.
Son Of Lilith
Semtex Revolution
Tunnel of Pain
Still Thinking
Metamorphosis
Masked Jackal
Grin (Nails Hurt)
Intro (Nosferatu)
Reborn Through Hate
Die by My Hand