La primera vez que escuché Paranoid (o Paranoico para la veteranía), tendría como unos 7 u 8 años, ese golpeteo no paraba de retumbar en mi pecho por los escasos minutos que dura la canción, el primer documental que vi de Black Sabbath fue el Behind The Music de MTV como a los 15 y desde ahí me atrapó la banda, o como cuando me di cuenta que N.I.B. era el soundtrack perfecto cuando me enamoré de una chica que todos sabían (excepto yo); nunca me correspondería, o como aquella vez a solas en casa y a media noche, el tritono maldito sonó a todo volumen al mismo tiempo que ese golpe de adrenalina recorrió todo mi cuerpo cuando escuchaba Black Sabbath, del disco Black Sabbath de Black Sabbath; esos recuerdos y más se resumen a este momento, miércoles 16 de noviembre de 2016, el fin del principio… o el principio del fin.
Para variar, el clima era totalmente adverso en la Ciudad de México, frío y lluvia, como en los últimos conciertos de alta demanda. Desde la madrugada de ese día cayeron chubascos de moderados a intensos, muchos pensaron lo peor con esta lluvia; lo que no sabían es que era parte de la magia de la ocasión. El clima tan bipolar de la capital mexicana nos regaló un ambiente al más puro estilo inglés para recibir a tres de los cuatro hijos pródigos de Birmingham. A la hora de acudir al Foro Sol, el cielo estaba nublado, hacía frío, soportable; y una neblina coqueta rodeó la zona.
Mientras el metro no paraba de vaciarse en la estación cercana a uno de los accesos principales del foro, y que como hormigas la gente no paraba de caminar hacia éste, a eso de las 20:30 horas Rival Sons subió al escenario para darle inicio a la despedida de la banda más importante en la historia del Metal y sus derivados. Los originarios de Long Beach, California y protegidos consentidos de Osbourne y compañía nota a nota se ganaron a uno de los públicos más exigentes en el mundo, por algo fueron los escogidos para comenzar el rito.
Ocho canciones fueron suficientes para que Jay Buchanan, líder y vocalista del grupo conformado por Scott Holiday, Mike Miley y Dave Beste rindieran tributo a Sabbath. Electric Man, Secret, Pressure and Time, Tired Up, Torture, Fade Out, Open My Eyes y Keep On Swinging fue el repertorio de uno de los grupos que promete mucho en la escena. Pero basta de ellos por ahora, que habíamos llegado a despedir a Sabbath.
Pasaban cinco minutos después de las 21:30, hora pactada para que Iommi y compañía aparecieran frente a un Foro Sol visiblemente lleno. El clásico logo de la banda ya estaba posicionado en las tres pantallas del escenario, un diablillo a la izquierda y otro a la derecha, teñido en morado; muy al estilo de Master of Reality. Esta vez Ozzy no pudo tomar a nadie por sorpresa, todos esperábamos que las luces desaparecieran, y cuando sucedió, algo cambió para siempre en todos los presentes.

“¡Oee, Oee, Oee, Oee!”, en voz de Ozzy se escuchó desde el fondo del escenario. “¡Sabbath, Sabbath! ¡Oee, Oee, Oee, Oee, Sabbath… Sabbath!”; respondió el Foro Sol eufórico. Las pantallas que también estaban en penumbras, se encendieron dando paso a un visual que no pudo negar su inspiración en el trabajo de Hans Rudolf Giger, diseñador del famoso Alien. De un huevo muy parecido al monstruo de dicho filme salió un demonio que con el poder de su pie desencadenó el Apocalipsis. El fin había comenzado.
Tommy Clufetos, Geezer Butler, Ozzy Osbourne y Tony The Riff Master Iommi abordaron la tarima en medio de una locura total y el tiempo se detuvo. El tritono maldito comenzó a sonar mientras la ambientación de lluvia y las campanas de la iglesia acompañaban. Era Black Sabbath, del disco Black Sabbath de Black Sabbath, apenas era la primer canción y el Foro Sol ya se había caído de la emoción.
Un Ozzy ataviado con una túnica negra con una cruz en la espalda dio la bienvenida a todos al último concierto de Sabbath en México y a secas duro y directo anunció la canción favorita del staff de El Club del Rock México. Jack The Stripper/Fairies Wear Boots retumbó poderosamente desde las cuerdas del bajo de Geezer Butler, con todo ese tono pacheco y psicodélico que hacen de esta canción, La Canción. Segunda pieza del repertorio y en la pista como en las gradas todo era una locura.
El tono dejó un poco su lado grifo para pasar a algo un poco más trabajado, algo más parecido al Stoner que conocemos hoy en día. La infaltable After Forever dejó ver los primeros momentos de la noche si hablamos de la calidad de Iommi, aquél que desde joven siempre se le ve concentrado sobre el escenario, sencillo, interpretando. No es casualidad que Ozzy se incline y le haga reverencias en cada show. Tercer track y la muchedumbre no dejaba de moverse, con desesperación buscaban el mejor lugar para poder apreciar a la banda por última vez.
Siguieron el el mood del Master of Reality, un álbum que ha servido como inspiración para muchos artistas, alguno llámese Trent Reznor por ejemplo. Otra de las consentidas de los fans from hell de Geezer y compañía, Into The Void también volvió a elevar el ímpetu pacheco. Apestaba a psicotrópicos mientras algunos headbangueaban y otros bailaban como poseídos. Cuarta entrega y muchos ya no queríamos que fuera el último show de Sabbath en nuestras vidas.

Si ya habíamos hablado de sustancias ilegales, la siguiente canción definitivamente fue hecha en el momento más atascado de la banda, aunque esta vez Ozzy no se sorprendió por el eco del lugar a la hora de anunciarla, Snow Blind terminó de colocar a todos. Y a los que no, los hizo desear estar tan arriba como Sabbath en aquellos tiempos. Algún loco comenzó a gritar: “¿Por qué no ando pacheco?”. Quinta entrada y ya algunos dejan ver los estragos de estar formados desde tempranas horas del día.
Ozzy, cortésmente pidió a los presentes que se unieran a él para cantar en la siguiente canción. La verdad es que el Prince of Darkness no tenía que hacerlo, era un deber en uno de los himnos del grupo. Con un grito crudo y contundente, de crítica a los políticos y a aquellos que se benefician de la economía de la guerra, War Pigs desgarró los tímpanos de todos, si es que quedaba algo de éstos. Sexta canción, hacía tanto frío que el vaho que desprendía la multitud al cantar y saltar se confundía con la leve neblina de la ciudad. Geezer simplemente la rompió en esta.
Los ritmos que vieron nacer el Stoner volvieron a intensificarse con Behind The Wall of Sleep, la manera de arrastrar sus dedales donde debía haber puntas de dedos de Iommi recorrió todo el lugar al tocar, mientras Ozzy no paraba de alentar a la gente para que enloqueciera aún más. Aplaudía y alzaba los brazos como si no hubiera un mañana, mandaba besos y típico de él, se carcajeaba sin razón alguna. Ozzy, siempre sonriendo. Séptima pieza su servibar ya estaba bañado con la cerveza que alguien derramó detrás de él.
Geezer hace todo lo que un buen bajista debe hacer, por algo es el mejor en su clase. Ozzy lo volvió a introducir con el público y comenzó a hacerle el amor a su bajo. Todos hipnotizados con él no se percataron del intro, hasta que otro loco gritó extasiado: “¡N.I.B.!”. La masa de público y las gradas volvieron a agitarse desesperadamente mientras cantaban a coro con Ozzy. Llevábamos ocho, ya habían tocado la balada del show.
Los estragos llegaron para Iommi y compañía, ya no tienen ni 50 años. Y tomaron un respiro, como hizo bien Ozzy en comentarlo, pero muy a su estilo. La magistral e instrumental de Rat Salad comenzó a agitar a todos otra vez mientras los tres fundadores abandonaron el escenario poco a poco, dejando a Tommy Clufetos en su batería. Demostró porqué es el baterista de la banda de Ozzy, reemplazo de Brad Wilk y quien mejor hace la chamba del irremplazable Bill Ward. Clufetos reventó un solo de batería sin igual, parecía que sus brazos se multiplicaban y a baquetazos dio el intro del siguiente clásico. Ya iban nueve piezas del rompecabezas.

Osbourne, Iommi y Butler regresaron poco a poco para interpretar el track que cuenta la leyenda del Riff Master y sobreviviente del cáncer. De la batería de Clufetos y las palmas del respetable llegó Iron Man, el origen del riff metalero y devastador, así como del solo insignia de Iommi. 10 entradas, aún le queda mucho, o por lo menos eso pedíamos.
El momento pecaminoso del concierto había llegado, Dirty Women sacó el lado más libidinoso de Ozzy y conociendo sus antecedentes, podemos imaginar que la letra bien puede ser otra historia verídica de la banda. Ozzy corría con esos pequeños pasos, como señorita y seguía carcajeándose solo, a veces con Geezer, otras con Tony. 11 canciones y la gente continúa en el trance, nadie quiere que termine.

Ozzy dice que por hoy ha sido todo, que están muy agradecidos con todos los que han venido a despedirse de ellos. La negación es rotunda por parte del público, eso pasó a segundo plano casi inmediatamente ya que la guitarra de Tony comenzó a hablar y Children of the Grave llegó, otro infaltable en el repertorio. 12 canciones y parecía que el muy esperado fin, había llegado. No podía acabar así, simplemente no podía acabar así.
Ya habían abandonado el escenario, todo era oscuridad otra vez. Ozzy volvió con el “¡Oee, Oee, Oee, Oee!” desde un costado del escenario. Todos respondimos como debía de ser. Osbourne nos interrumpió con un: “¿Quieren otra canción? Ok, lo haremos si todos juntos gritan ‘¡una canción más!’”, obviamente en inglés se lee y escuchó mejor. Todos con nuestro mejor acento acatamos la orden y gritamos. El escenario volvió a iluminarse, Black Sabbath estaba de regreso.
La guitarra de Iommi volvió a hablar, El bajo de Geezer a gritar, la batería de Clufetos a acompañar y Ozzy simplemente lo tradujo para nosotros. Paranoid (o Paranoico para la veteranía), estaba cerrando uno de los conciertos más importantes del año y de la historia en la Ciudad de México. Había sido el track número 13.
En medio de aplausos, gritos y una que otra lágrima, el verdadero fin había llegado, y de la emoción no nos habíamos dado cuenta. el 75% del Black Sabbath original había cumplido magistralmente, a pesar de verse cansados, con un Ozzy un tanto apagado a comparación de tres años antes, y a Iommi un tanto lento, por algo era el final, pero; ¡qué demonios! ¡Es Black Sabbath!
La despedida se fundió con la banda abrazada en medio del escenario, para después hacer una última reverencia en la capital mexicana. 13 canciones, número cabalístico y al más puro estilo y sello del ex cuarteto ahora trío de Birmingham. 13 como el título de su hasta ahora último álbum del cual no interpretaron ninguna canción, más que Zeitgeist que pareció un réquiem ya como sonido de ambientación al mismo tiempo que las pantallas proyectaron un enorme The End, con el mundo en llamas de fondo y el diablillo sobre este; el logo del The End Tour.

Está de más hablar de lo importante que es Black Sabbath para el Metal, de cómo una banda de cuatro chicos pobres de Birmingham apostó por aterrorizar a la gente con su música y que gracias a ello llegaron a la cima, donde a fama y los promotores los devoraron y escupieron, dando como resultado la separación del grupo más importante de la historia. Claro hubo varias reuniones, pero ninguna como esta, para darle punto final a la historia de la Sabbath, por lo menos en los escenarios.

Solo nos resta decir: Gracias Bill Ward, Geezer, Tony y Ozzy, gracias por todo.
Is this the end of the beginning?… Or is the beginning of the end?…