Restricción a importación y la industria musical argentina: De derechos y desidias empresariales

disquerias argentinas

En Argentina, hace un tiempo se implementó una serie de disposiciones a las compras vía internet a proveedores fuera del país con el objetivo de desalentar este tipo. Sin duda otra de las medidas que últimamente se toman dentro de una política económica gubernamental, pero al margen de lo estrictamente político, hay un mercado que se ve visiblemente obstaculizado con estos nuevos controles: el de la música.

Para muchas disquerías de la Argentina, la importación desde el exterior es uno de los métodos para poder conseguir una buena parte del consumo de los argentinos a la hora de adquirir música. Y esta medida económica abre un nuevo panorama en cuanto a la venta y al consumo de música en el cual hay varias vertientes, varios posibles soluciones o nuevos escenarios: o bien impulsar la venta de títulos nacionales, provocando la aparición en las bateas de un mayor número de álbumes hechos en el país; o se traspasa esta medida a los discos importados con la consiguiente suba de sus precios.

Vamos por partes para analizar y entender mejor este nuevo panorama. Argentina es un país cuya industria musical se centra cada vez más en la producción, a grandes niveles, de discos de artistas renombrados, apoyados por las grandes discográficas asentadas en el territorio. No hay cultura del sencillo o del EP, y las tiendas de discos más grandes y extendidas del país sólo ofrecen los catálogos nacionales e internacionales más clásicos, conocidos o de moda como Fito Páez, Charly García, Jauría o Tan Biónica (el último grito de la moda auditiva), Lady Gaga o las remasterizaciones de Nirvana y The Smiths, con pocas posibilidades de encontrar otros géneros y bandas que no estén dentro del circuito más comercial. En paralelo, muchas disquerías más pequeñas se especializan en traer aquellos discos en muchas ocasiones olvidados por las grandes marcas de distribución (sin ir más lejos, fue en un local de Buenos Aires donde pude conseguir las ediciones originales de los discos Holy Fire de Foals y The Suburbs de Arcade Fire). Por otro lado, numerosos locales online sin espacio físico consiguen discos con aún menos llegada al público masivo, por encargo de los mismos clientes que solicitan títulos a estos locales, quienes cada cierto período de tiempo se ocupan ellos mismos de brindar discos que no llegarían de no pedirse a las pequeñas discográficas porque sus audiencias no son lo suficientemente grandes; método que se ve en gran parte en las escenas punk y metal del país, a lo que suman que estas pequeñas discográficas llevan sus productos de recital en recital de sus bandas para venderlos durante el espectáculo. Tres situaciones del mercado melómano que se dan en un contexto donde la piratería abunda y la inflación reduce mes a mes el poder de compra de la sociedad.

He ahí la situación argentina en cuanto a la distribución de música al público. Las grandes cadenas olvidando a bandas consideradas ‘menores’; estas bandas ‘menores’ rescatadas por tiendas más pequeñas; y grupos de personas que se encargan de traer y vender música sin tener siquiera un establecimiento fijo, haciendo contactos y pedidos a través de internet y vendiendo álbumes de manera directa. Con esta medida que restringe en gran parte la importación de afuera, se abren nuevos escenarios posibles: uno de ellos, que tanto los grandes sellos como las grandes cadenas de venta de música y las tiendas medianas aboquen sus esfuerzos en la música nacional, por ser más barata de vender, lo cual reduciría sus gastos en comparación a traer productos de bandas internacionales que podrían no venderse con facilidad debido a la suba de precios. Esto tendría como resultado que haya un mayor consumo del mercado local (que lo necesita y lo merece desde hace mucho tiempo) por ser más accesible a los bolsillos, pero que no necesariamente garantizaría más atención a la nueva música nacional dado el ensimismamiento con los catálogos clásicos mencionados anteriormente. Por dar un ejemplo, una banda con mucho reconocimiento como Él Mató a Un Policía Motorizado en este momento no tiene su repertorio en las bateas más conocidas, pero podría tenerla por esta medida, aunque otras bandas como Mi Amigo Invencible o Bestia Bebé podrían seguir olvidados por no estar al mismo nivel comercial.

Pero esta medida de restricción a la importación de por sí resulta una restricción en el derecho de cualquier persona a conseguir un título internacional. ¿Por qué no poder conseguir lo último de Zoé o el debut de De La Tierra, simplemente porque no son bandas argentinas? Además, dado el desprecio explícito de la industria masiva hacia el under nacional, nada asegura que grupos más encumbrados tengan por fin su merecido lugar en los estantes. Y ni hablar de aquellas disquerías online que distribuyen mano en mano, las cuales tendrán que recortar drásticamente su oferta de títulos extranjeros. En resumen, si se quisiera abaratar costos y empezar a incluir álbumes nacionales, se podría generar una atención novedosa hacia grupos que ya existen y que aún no tienen la oportunidad de la exhibición en las bateas de una tienda, pero para esto tendría que superarse la desidia de grandes empresas interesadas sólo en quienes más llegada tienen. Por otro lado, no resulta justo que no se pueda conseguir un disco simplemente porque su origen está más allá de los límites fronterizos de la Argentina. ¿Acaso el acceso al arte no es un derecho? ¿O seguirá siendo sólo para quienes puedan pagar, convirtiendo a la música en otro privilegio? La música en Argentina necesita una urgente revisión de su industria.

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